domingo, 16 de diciembre de 2018

Vivo con demasiada compañía


   Mucho tiempo hace que no me siento delante del ordenador, la verdad que no debería haber perdido el hábito de escribir, porque me hacía bien.

   La última vez que plasmé mis pensamientos en un folio, hablé de sueños, pero en esta ocasión hablaré de la carencia de los mismos.

   Desde hace bastante tiempo que las noches se han convertido en verdaderas pesadillas para mí, una noche duermo, pero hubiera preferido no haberlo hecho y a la siguiente me la puedo pasar en vela, me cuestiono si se puede llegar a temer a la noche, al hecho de tener que meterte en la cama para conciliar el sueño, ese sueño que para los demás suele ser reparador y que para mí es tortuoso, pero todo tiene su por qué.

   Hace dos años que convivo con alguien a quien yo no invité a quedarse junto a mi, pero que no tengo forma de hacer que se vaya, hace dos años que acudí por primera vez a la consulta de un psiquiatra, para hablar con una chica desconocida a la que le tenía que contar qué me sucedía, qué pensamientos tenía y qué me atormentaba, creo que después de estos dos años siguen sin entenderme o yo no los entiendo a ellos, porque mi visitante, ahora ya compañera de vida, sigue junto a mí, cada vez con más poder sobre mí, sobre lo que pienso y sobre la importancia que le doy a las cosas. Disfruta viendo cómo cada día el levantarme de la cama es un sufrimiento, cómo el tener que enfrentarme a las personas que me rodean y ponerles la mejor de mis sonrisas me hace sentir mal, pero ella me ayuda a sonreír para que cada vez ella sea más fuerte, cada vez ella tenga más tiempo de intimidad conmigo, cada vez me aísle de las personas que me rodean.

   Raro es el día que no terminas con dolor de cabeza por el simple hecho de haber soportado el día, llegas a casa agotada física y mentalmente, pero de ahí ella se nutre y cada vez se hace más grande, hasta el punto que para ti los días serían más fáciles si los pudiera pasar llorando en un rincón, metida en una pequeña burbuja y suplicando entre lágrimas que te deje, que te deje un día de descanso, un descanso en el que la mente no piense, los ojos no quieran llorar y el temor a la noche desaparezca, pero ella no da tregua, ahí sigue constante, como un matrimonio que no se puede separar.

   Estos dos años de consultas al psiquiatra no sabes sí realmente te están ayudando porque ella está ahí, mires donde mires, la tienes asociada a una parte de tu cuerpo, de la que no te puedes deshacer por lo tanto, me lleva a otra cuestión, esto terminará algún día? o soy yo la que tiene que buscar el final de alguna manera?. El caso es que ya no solo ella se apodera de mí, el agotamiento, el cansancio y el abandono también lo están haciendo.

   A mi traicionera Depresión.